Siempre he pensado que entre las habilidades más destacadas en la vida, está la de saber decir no. Negar lo que no quieres, lo que no te ayudará y sobre todo lo que no eres. Revelar tu yo, rebelándote contra lo que no es tu naturaleza, contra las corrientes sociales que todos siguen y nadie puede explicar, contra lo que otros nos tratan de inculcar como una falsa normalidad.
Es cierto, que lo que como individuos, nos sentimos en diferentes grados, capaces de hacer, no parece podamos hacerlo de forma tan clara en nuestra colectividad. Es fácil que nos dejemos arrastrar por corrientes que anidan en la falsa seguridad que nos da el grupo, y que de forma inconsciente, nos lleva a aceptar con normalidad lo que no somos, lo que no hemos decidido y lo que nunca nos va a convenir.
En Vasconia, ya hace un tiempo, venimos aceptando el dañino discurso de la política española, nos sumergimos en ese mar de tópicos e irrealidades de las 17 Comunidades Autónomas, de las “Conferencias de presidentes” y las recepciones con bandera. Nos acercamos, inconscientes, al peligroso desfiladero de hacer nuestro el discurso de las falsedades, dichas una y mil veces, contra nuestro autogobierno y nuestra singularidad. Estamos dejando crecer en nuestros consensos sociales pensamientos antagónicos a la realidad y a nuestras aspiraciones.
España nunca pondrá límites a la tergiversación de la realidad,lo mismo puede colocar una bandera de España de finales del siglo XIX en un barco de inicios del siglo XVI para festejar que, 3 siglos antes de que existiese la nacionalidad española, hacen a Elkano español, que se inculca a la población la falsedad del Privilegio del Cupo, que es a la postre una obligación “casus belli” de entregar un porcentaje de la riqueza que generemos, que el mismo Estado Español impuso en 1841 y 1878 a los territorios forales y Navarra.
Es momento de decir no. La CAV y la CFN no son Comunidades Autónomas al uso, nuestras instituciones políticas son el reflejo disminuido de todo un sistema de libertades y soberanía que fue arrancado y reemplazado. No tenemos demasiadas transferencias, tenemos realmente muchas menos de las que tendríamos en nuestro sistema foral previo. Digamos alto y claro lo que es justo con nuestra historia, que nuestro lugar no está entre las sillas de Moncloa de la “Conferencia de Presidentes”, sino en la pelea por ser una de las nuevas estrellas que acompañen, en el futuro, a la bandera de la Unión Europea. El Pueblo Vasco no tiene que aspirar a jugar el play-off con las regiones de España creadas en 1978, sino el ascenso a nación legitimada entre las naciones fundadoras de Europa.
El Estado siempre juega con el tiempo a favor. Tener el poder te da una posición de fuerza donde el “ya se olvidaran” es el perfecto antídoto contra cualesquiera fueran las injusticias cometidas. La claudicación de nuestra memoria, el fin de la reivindicación de lo que es nuestro, sería la victoria más rotunda del Estado. Que abandonemos la idea, de que nos debemos un poder judicial propio y exento, y un estatus foral que dé forma jurídica excepcional a nuestra natural relación histórica de territorios asociados a la Corona Hispánica, sería la derrota de todo un esfuerzo de miles de vascos durante cerca de 200 años.
Cada alcalde, cada concejal, cada miembro electo de cada pueblo o ciudad, cada parlamentario, cada cual que tenga representación política, así como todos en nuestros ámbitos de discusión, debemos recordar de forma incesante que hoy, los vascos vivimos en unas instituciones que son reemplazo de todo un sistema de libertades forales de siglos de antigüedad.
Creo con honestidad que por encima de cualquier otra, debemos abrazar lo que es nuestra identidad natural, los vascos, todos nosotros, por encima de la ciudadanía española, somos ciudadanos forales. La foralidad como el conjunto de Constituciones previas de cada territorio foral, es la forma de ciudadanía que nos debe relacionar entre nosotros y con otros Estados. O es que acaso alguien, si tuviese que elegir entre ambas, estaría dispuesto a renunciar a lo que sí somos, por lo que nos dicen que debemos ser. ¿Habría alguien capaz de renunciar a la naturalidad de siglos de autogobierno de las instituciones del Pueblo Vasco?. Aunque mañana mismo desaparezcan los Estados, dentro de una Unión Europea plenamente soberana ¿No decidiriamos, el conjunto de los vascos, autogobernarnos bajo nuestras instituciones propias, en un modelo lo más soberano posible?
Sí, por supuesto que sí. Porque nuestra Constitución ciudadana es nuestra irrenunciable ansia por nuestro gobierno, no la forma de gobierno que otros, en el ejercicio de la abolición de nuestras instituciones, puedan imponernos a nosotros.
Debemos reclamar, hacer presente y contestar cada intento de asimilamiento a la España de las autonomías desde la figura de la ciudadanía foral. La que de forma natural nos corresponde y la única a la que nunca renunciaremos. Ciudadano foral como parte del compromiso solidario entre nosotros para desarrollar instituciones políticas con plenos poderes que gestionan nuestra riqueza y nuestras necesidades.
Cada vez que nos sumergimos en la sopa fría del discurso de las regiones españolas nos alejamos de nuestra meta irrenunciable.
Podemos, y debemos, reforzar nuestra identidad de Ciudadanos forales, huir de esa corriente de mediocridad donde el discurso, de lo que a la postre es lo más importante, la soberanía, se desdibuja en interminables seriales sobre todes, todas y todos. Caemos en la trampa adormecedora española de las discusiones estériles sobre la excepción y no sobre la regla.
Los ciudadanos forales hemos dado sobradas e inequívocas muestras de un gran sentido de la solidaridad y de la justicia, y no hay sino que hundir la mirada en nuestra historia para saber que somos ejemplo de igualdad, integración y de respeto a la mujer. Tenemos sombras, muchas, episodios que dañan nuestro pasado, malditos momentos llenos del dolor causado y hecho causar, como cualquier otro pueblo de Europa. Pero no deberíamos hundir nuestro objetivo irrenunciable, de Restauración Foral plena, en esa amalgama de neo discusiones. Espectáculo al agrado de las instituciones españolas, que presencian desde la tribuna como se arrincona a las justas aspiraciones de una soberanía más que necesaria.
Con soberanía podemos arreglar lo que nos preocupe y sin ella conformarnos con los arreglos de los demás. Hay una forma mucho más práctica de dar soluciones a todas las discusiones sobre los derechos que ocupan la preocupación actual. Crecer en soberanía y como resultado aplicar políticas para configurar una sociedad mejor, más justa, más solidaría y más igualitaria. Guiándonos por el modelo social, de origen foral, que ha llevado a la CAV y Navarra a un IDH (Índice de desarrollo humano) por encima de las medias europea y española.
La ciudadanía foral y su desarrollo es la única que debería preocuparnos porque en los siguientes años, en los que se prevén grandes dificultades, es la que va a dar forma, cuerpo y color a nuestra calidad de vida y a nuestros derechos. Es el momento de cerrar filas para el desarrollo de herramientas de autogobierno. Desde la consciencia, de que debemos desarrollar la ciudadanía foral como pilar de nuestra identidad, como denominador común de la diversidad social que encerramos, y como eje de los nuevos acuerdos bilaterales a los que lleguemos con el Estado.